Cuando pensamos en cuidar mejor de nuestro planeta, “reciclar” es uno de los primeros verbos que se nos viene a la cabeza. Y es que muchos de los desperdicios que generamos pueden tener una segunda vida, evitando que lleguen a los vertederos y dejen un impacto en nuestro medio ambiente.
Ahí van unos pequeños consejos para ayudarte a hacerlo:
Las cajas de cereales, envases de comida para llevar, papel de cocina u otros tipos de papel limpio, entre otros, los puedes reciclar en el contenedor de papel o cartón (de color azul). Eso sí, los productos de papel y cartón que están contaminados con alimentos, grasa o líquidos no deberían reciclarse, así que evita depositarlos en el mismo contenedor.
Las botellas de plástico, envases de yogur y otros tipos de plástico los puedes depositar directamente en el contenedor reservado para el plástico, que por lo general encontrarás de color amarillo. Lo mismo para latas de refresco, aerosoles vacíos y otros productos de metal.
Las botellas de cristal, frascos de conservas y cualquier otro producto de vidrio limpio se pueden reciclar en el contenedor de vidrio (de color verde). Ojo: los envases de cristal que estén rotos o contaminados no deben reciclarse. ¡Tampoco tus espejos!
Los restos de alimentos orgánicos como las cáscaras de huevo, las frutas o las verduras pueden convertirse en compost (un abono 100 % natural) y utilizarse para conseguir suelos más fértiles.
Los “puntos limpios” o puntos de recogida específicos existen en cada ciudad y son el lugar indicado para dejar pilas y baterías, electrodomésticos y electrónicos, ropa y textiles, productos químicos y medicamentos, muebles…
Ya lo ves. Reciclar en casa puede ser fácil si sigues estos pasos básicos.
Además de ayudar al medio ambiente, también puedes ahorrar dinero al reducir la cantidad de basura que produces. ¡Buena suerte!