Roma, forma parte de nuestra cultura y es por ello, que las costumbres romanas las podemos reconocer en las nuestras propias, cada día
En la antigua Roma, la limpieza domestica era realizada en la mayoría de los hogares, por sirvientes, normalmente esclavos y evidentemente en las viviendas o tiendas menos pudientes, era llevada a cabo por los propios ciudadanos.
Entre las limpiezas, hay que destacar que seguimos exactamente sus mismas costumbres, la limpieza diaria era de baja intensidad, destinada a mantener dentro de unos límites aceptables todas las estancias y o lugares públicos, donde se llevaba a cabo, por otro lado existía una costumbre higiénica muy importante, el calendario romano estaba plagado de festividades o celebraciones ( habitualmente de tipo religioso) así pues, toda festividad religiosa estaba unida a una Limpieza Ritual, tanto en los hogares como en los sitios públicos o religiosos.
LOS UTILES DE LIMPIEZA
Con respecto a los utensilios para realizar las tareas de limpieza, no hay grandes diferencias, con los usados, hasta nuestros días, se utilizabas escobas, paños y esponjas como material de limpieza, y el agua y serrín como agentes con los que arrastrar o disolver la suciedad.
Las escobas, de hojas de palmera o tallos arbustivos. eran utilizadas para pulir y dejar brillantes los pavimentos de mosaico, mármol, ladrillo, arcilla apisonada; mientras que en los pavimentos no porosos, por ejemplo los suelos de comedor, se utilizaba serrín para absorber las grasas y líquidos, y si no un buen baldeo de agua.
Otros utensilios frecuentes fueron las esponjas, utilizadas para limpiar las columnas y las mesas, pero también haciendo las necesidades de papel higiénico a la romana en el retrete.
En los suelos no porosos, como los de comedores, donde el suelo recibía los desperdicios de la comida, se utilizaba el serrín para absorber grasas y líquidos antes de barrer, con o sin agua.
Las esponjas ayudaban a limpiar las superficies pulidas de columnas y mesas, pero también servía para la higiene personal, haciendo de papel higiénico.
LAS BAYETAS, DE LA ANTIGUA ROMA
Los paños textiles más gruesos y rígidos los utilizaban en la cocina para limpiarse las manos o secar y abrillantar los utensilios. Los materiales usados en los paños de limpieza doméstica eran, la lana tejida y el cáñamo usado también a modo de estropajo. Los paños más suaves, bien fueran de lino autóctono, seda importada de la China o bien algodón importado de la India ( ref. Plinio El Viejo) , se guardaban para su uso en algunas estancias nobles como las utilizadas para la recepción de invitados o bien en las limpiezas rituales más importantes, del calendario.
EL LAVADO DE ROPA EN LA ANTIGUA ROMA
El mayor problema de los hogares era el lavado de la ropa, se podía remojar y aclarar la ropa más ligera, pero como no se conocía el jabón, las piezas de lana y las manchas más rebeldes eran llevadas a las lavanderías de la época. Todas las ciudades de la Roma Imperial tenían sus establecimientos para la limpieza de ropa, los Fullonci, el antepasado de nuestras actuales lavanderías, pero conozcamos su detergente estrella: una mezcla de cenizas y orines.
Si en época romana hubieran existido los anuncios de tv, la mujer del futuro que nos trae el detergente milagroso, no vendría de muy lejos, vendría de Hispania. Si, unos de los ingredientes para los detergentes en la Antigüedad era el orín y el celtíbero era el de calidad premium, exportábamos nuestro valioso pis, en ánforas a la capital del imperio, donde era especialmente apreciado.
Este ingrediente, es rico en amoniaco ( ¿nos suenan los limpiadores amoniacales?) y era fermentado junto con cenizas y cal en las piscinas de las fullonicas o tintorerías romanas, donde los esclavos pisoteaban la mezcla junto con las togas de los senadores y patricios para blanquearlas.
El proceso era el siguiente: primero arreglaban las prendas y pasaban al saltus fullonici, donde este detergente junto al esfuerzo de los esclavos pisoteando continuamente las ropas, ayudaba a limpiar las manchas de ropas y manteles.
Posteriormente las ropas eran aclaradas con agua de lluvia, en la lacuna fullonica, y secadas al sol, asimismo, para blanquear los tejidos se usaba azufre. Para terminar, los más pudientes pagaban para que fueran perfumadas con sustancias aromáticas o lo que hoy sería, el suavizante.
El origen del orín no era sólo de importación, lo mas común es que en las paredes externas del local hubiera ánforas perforadas que invitaban a los transeúntes a desahogarse tranquilamente, conduciéndolo directamente hacia el saltus fullonci.
Pero como anécdota realmente curiosa y aplicable a los tiempos actuales, conviene comentar que llego a ser de tal importancia que se gravo con un impuesto y cierto o no, hay una historia contada por Suetonio, en la que el hijo del emperador Vespasiano, TITO, le recrimina a su padre el origen del oro proveniente de este «sucio» impuesto, a lo que el emperador se saca un áureo y se lo entrega a su hijo, y le preguntó si le molestaba el olor, a lo que este respondió que no. entonces su padre le espeto: pecunia non olet (el dinero no huele).